el estilo es el hombre
aunque mi camarada S. Ruiz vive a pocos pasos de casa, suele ser visita sólo para consumirme las cosas,
y entonces las cosas que quiere decirme me las dice con unas cartas semi semanales, todas siempre muy extensas, opacas y quebrantadas, que a veces me insultan pero las más de las veces más me agobian, me gustan.
En este caso, S. Ruiz me decía demasiadas cosas de algunas cosas tales como sus pergeños de nuevas teorías (el ruiseñor viene con teorías como los relojes vienen con engranajes: están ahí, marchando, pero no podrían nunca decir la hora;
los engranajes nunca son la máquina)
En este caso, venía a oleadas una ‘teoría de la gente alta’ (‘cadena evidente entre lo químico y lo conductivo’, decía la carta)
y también, más ceñida, una ‘teoría de la luz’
De la luz, decía Ruiz que ‘fenómeno molecular, ondulatorio o cuántico: no importa’,
decía que ‘las cosas tienen luz adentro’ porque ‘las cosas, brutales, se devoran la luz, toda la que puedan tragar’,
decía que ‘no importa tanto Rembrandt’,
que ‘la luz blanca, su excelencia burguesa por excelencia’,
que ‘los tubos fluorescentes de luz animal, pero no importa’,
decía ‘que el barbarismo lumínico de las avenidas no nos importe’,
de las halógenas o dicroicas decía que ‘las luces posmodernas parecen pintar con calor-pop-art, como que no les importa’,
para después decir o terminar de decirme que ‘sabelo bien, querido: tanto mejor trabajar con luces que con palabras’
Al fin, toda esa romería daba paso a uno de los mentados finales oraculares afines al recorte con todo lo otro que había dicho, esos típicos fines que Ruiz siempre elige para glosarme un tango.
Este tango de esta vez decía que ‘no andes goteando amargura’,
y ‘que ya sabemos muy bien que no hay que hacer’ (lindura que acopio a pie juntillas, pero preguntándome, de todos modos, si sabemos bien ‘lo que no hay que hacer’ o si sabemos bien ‘que no hay nada por hacer’: ay con la polisemia pobre del pobre pronombre relativo).
Y después la firma del tan señor: s. Ruiz.
Como dádiva, en posdata y con un aire suyo muy condescendiente y malo, el ruiseñor se refería a este bloc y al conjunto de bloques en general como un ‘mundo de inconsistencia cárnica’
y se auguraba a sí mismo un ‘jamás nunca tener un blog’ porque, decía,
‘el gordo pelotudo tiene un blog y yo no quiero ni media comunidad de nada con el gordo pelotudo’
Ya ido a recostarme al rescoldo de algún sosiego, dejada la carta y todo lo demás, me pregunto una cosa y me digo otras cuatro:
me pregunto por la identidad del ‘gordo pelotudo que tiene un blog’ (aunque ya tengo un referente bien razonable en la exfábricadecigarrillos480),
y mejor de inmediato me arropo y me digo, o más bien a todos de todo este ‘mundo de inconsistencia cárnica’, y al mismísimo Ruiz, nos digo de a cuatro cosas:
que lejos de la literatura es cuanto más cerca,
que los engranajes nunca son la máquina,
que están quienes trabajan con luces
y los que apagan las luces para que duerman los otros.