31.8.06

literatura de los principios

me flaquean los músculos y necesito dormir.
vuelvo a concluir que escribir acá es amateur, es tonto y epigramático, es para nada.
vuelvo a leer que mi versatilidad plumífera, o mejor dicho la elasticidad de mi pluma, es cada vez más estrecha:
ejemplo:
siempre mi mismo y soporífero hipérbaton
el mismo y siempre hipérbaton soporífero mío

asumida tal realidad, decido imaginar a los tumbos una novela familiar sobre 'Los Fellinis'. Ya tengo considerados elementos tramáticos (un moderado emporio familiar, ciertos viajes, la muerte del patriarca, un accidente de infancia que marca la vida de dos hermanos, profesores de literatura que escriben mal, amores imposibilitados y amores lunares, etc.) Y tengo también, que no es poco, un buen detalle de los personajes nucleares, cuyos nombres podrían ser los siguientes:

León Herbívoro
León Enjaulado
Gato Encerrado
Gato sin Cascabel
Tigre con Una Mancha Más
Gata Parda de Noche
Gata Flora

En fin, ya veremos en qué cosa deviene la cosa.

24.8.06

existencialismo: dos trompetas

trompeta 1:
Es que hoy he visto al pasar, en un par de segundos microcentros, a ese trompetista con mil aires de Willam Dafoe, ese trompetadafoe que ya había visto algunas otras veces tocando en la peatonal plena o en unos pares de bares del bajo. Hasta que dejé de verlo, solía verlo siempre ejecutando sus swinges, su standards millón de veces oídos, o alguna vez se aventurándose medio beboper o tal vez ni sabiendo qué hacía, pues quién sabe qué sabía de sí mismo el tal trompeta ése.
Pero esta vez el trompetista-dafoe no llevaba encima su bronce enfunda y ni visible la boquilla requerida. En cambio, llevaba muy encima y bien visible un bebé rollizo, de como un año, de piel enrojecida y pelo rojo. Cargado en brazos, el bebito bermejo manoteaba el aire, agitaba las manos sobre la cara del trompeta, que a su vez sonreía apartando la cara de las manitos ignaras con la propia cara suya. Y así es como caminaban, con el trompeta queriendo ir viendo dónde él y él otro encima de él pisaban juntos.
Tan sólo eso, pero lo que quiero decir es lo que me suena como un signo o como una sordina de los tiempos: Justo ahí, habiendo visto yo tan poco antes semejante escena y en lugar de preguntarme por mi propia existencia y la de algún todo (i.e., la existencia del microcentro, la de los sonidos, la de la infancia), más bien me dio por preguntarme si la madre del niño sería también pelirroja, y de inmediato me pregunté también si lo rojo del pelo de cierta gente traspasaría generaciones: si cómo gen te dominante o gen te recesivo. Y no supe decir nada, claro, porque ni media idea.
Ahora, ya sin microcentro, me pregunto más bien porqué no me pregunté otra cosa en ante aquella módica epifanía, o más bien se trata ahora de acordarme de qué me pregunta hubo.
Ahora, en realidad y ‘oh pulso misterioso’, más bien me pregunto si o cuándo podré ver una vez más al trompetista-dafoe tocar sus éxitos existenciales , y si será con su bebé o con su bebop, o si será con ambos. Oh jazz rollizo, oh rojo swing.

trompeta 2:
Pasa que uno de estos días, Ruiz, el Señor Ruiz, el ruiseñor, mi compadre ese Ruiz, sin importarle ni medio su impertinencia ni la importancia de lo actual mío, se acoda se ensimisma en cualquiera mesa formicada y, tan melancólico y falaz que repugna tanto como convoca, me viene a decir una mención habitual citada por su amigo El Palta. Me dice ruise que El Palta (de quién sé que nació casi cuando yo) suele mencionar siempre a 'el cigoto cegato ése' (sic y sick del Ruiseñor) de la siguiente manera:
“Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyo abrazo desfallecía Matilde Urbach.”
Después citarme la cita, el Ruiseñor me aclara fervientemente que nunca ha envidiado a nadie. Afirma que ni siquiera ha envidiado a aquellos que se bañaban con sólo mover un ápice de un grifo mientras él, pobrecito niño Ruiz, iba de cortar leña para calentar el agua en la olla para llevar la olla hirviendo al baño para vaciar jarro tras jarro todo hasta enjuagar cada rincón de su epidermis antes toda enjabonada. Con esto quiere confirmarme que ni siquiera entonces envidió los calefones, ni más tarde las estaturas de nadie, ni nunca las supuestas profundidades, ni la electricidad, ni las telas ni la tez ni el amor ni los amoríos ni la nada de nada de nadie. Y, asegura ruix, todo fue así hasta hace unos años, momento en que le ocurrió el arribo accidental de una 'pelusa fatal' para su ánimo, un hallazgo fatal que le aposentó en su persona otro pecado capitalizado, otro más y justo ése.
Sólo entonces, después de tanto prólogo, el Ruiseñor (sin importarle a él cuánto me importe todo esto) me secretea el remate: me dice Ruise que desde ahí carga una envidia, y que es además una envidia feroz y definitiva. Según dice, se trata de 'una envidia de lo vibrante, de lo vocal, de lo azul y hasta de lo jopo'. Así dice, confesando así que simplemente es eso lo que le ocurre y comentando al fin que lo ha podido reescribir del siguiente modo:
“Yo, que tantos hombres he sido, no he sido nunca aquel en cuyos... bueno, no he sido nunca Chet Baker”.

8.8.06

gente que busca gente

nota preliminar: ¿Servirá esto para esto?

Salteño querido, ¿dónde estás?
Apenas si se me aparece que el nombre tuyo era Iván (¿era?), pues para mí había un deleite de porteñismo altivo en llamarte gentilicia y solamente' salteño'. Y casi nada más, salvo la pensión lumpen de la calle Colombres, la droga esquiva y abridora de desolación, la literatura que como viaja por negras cañerías, el tío canoso feligrés de los Residents y unos versos de un poeta amigo familiar (a ése si que lo encontré) que provocaban tu proselitismo más incendiario, de puro niño norteño encrespado, salteño querido:
'Serenamente digo: soy un ángel,
y me debes creer...'

a estas alturas ya deberías saber que ése era un menesteroso arte menor, querido salteño, un apenas par de versos que nunca servirán ni para pagar un almuerzo.
igual:

si alguien conoce a alguien con tales señas, díganle que llame ya, avísenle que escriba.

6.8.06

chiste chico*

Dos jardineros están en silencio, hasta que uno le dice al otro:
-Hablemos mientras podamos.

Sin el salvavidas del humor, sin ese chaleco acuoso que nos ampara de lo en serio, sin esa distancia que tiene la gracia abigarrada, aberrante y autista que hay en cada lado
cuán carne de suicidio seríamos, ¿verdad?

*gracias a RF por el título y a LK por el chiste

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