fábula para asunción
Quédense a un costado mis colegas inmanentistas, sólo por un rato.
Había una vez, a finales de un siglo, un hombre que se llamaba Asunción en algún lugar de su nombre y en un lugar llamado Colombia.
Pues bien, lo que se cuenta es esto: que lo bello y delicado del hombre no llegó a evitar nada de lo que sucedería.
Un día, Asunción le solicitó a su médico, con convicción suficiente, que dibujara en lápiz sobre su camisa un corazón en el lugar justo donde estaba su corazón verdadero.
Unas horas después, con la misma camisa blanca dibujada puesta en él, tirado él en la cama, Asunción se atestaba ahí un balazo de smith & wesson final para sus años durados.
Un año antes, Asunción había perdido en un naufragio literal y atlántico su única novela, y también se habían aguado tal vez sus ganas y su salud para siempre.
Ahí moralesa: 'No demasíes tanto en leer o en escribir, que todo en algún naufragio se puede ir o perder'
Había una vez, a finales de un siglo, un hombre que se llamaba Asunción en algún lugar de su nombre y en un lugar llamado Colombia.
Pues bien, lo que se cuenta es esto: que lo bello y delicado del hombre no llegó a evitar nada de lo que sucedería.
Un día, Asunción le solicitó a su médico, con convicción suficiente, que dibujara en lápiz sobre su camisa un corazón en el lugar justo donde estaba su corazón verdadero.
Unas horas después, con la misma camisa blanca dibujada puesta en él, tirado él en la cama, Asunción se atestaba ahí un balazo de smith & wesson final para sus años durados.
Un año antes, Asunción había perdido en un naufragio literal y atlántico su única novela, y también se habían aguado tal vez sus ganas y su salud para siempre.
Ahí moralesa: 'No demasíes tanto en leer o en escribir, que todo en algún naufragio se puede ir o perder'
4 Comments:
¡Por fin! ¡Qué pedazo de blog! Gracias, Identidad desconocida, por haberte hecho presente en el espacio íntimo de Joel.
Aplausinho.
graciatí, natalí.
Mi papá una vez, viajando en avión, se robó de abajo de su asiento el salvavidas, que yo después colgué orgulloso en mi cuarto. Mi padre lo hurtó seguramente creyendo que así se salvaría de cualquier tipo de naufragio ante mi, su hijo. Pobre de él, y pobre de el que se sentó en ese asiento de avión después de él.
Magistral, querido Pasta: hilarante & triste.
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