28.3.06

¿Quo usque tandem, Amélie, abutere patientia nostra?

Acabo de recobrar un libro de Amélie Nothomb que presté sin leer. Se llama -con gran pompa y pretensión- Las Catilinarias. No sé si alguna vez lo leeré. Lo que si leí, invadido de profundo disgusto, fue su Diccionario de nombres propios. Me parece literatura retrógrada, aburrida y atada en sí misma a la imagen de hadita medieval o gnomo travestido e infantiloide con que dibujaron a AN algunos suplementos literarios. En fin. Para olvidar.

Las novelas de Houellebecq, en cambio y a pesar de tanta megalomanía y regodeo en la (su) decadencia, son para mí pura fruición. No encontré últimamente ninguna novela mejor que Las partículas elementales.
Bueno, sí: encontré Ruido de fondo, de Don DeLillo.
Pero ése es otro cacarear.

2 Comments:

Anonymous Anónimo said...

La inminente muerte de Julien Gracq dejará a Francia convertida en una huerfanita desvalida en una helada paramera novelística. La Nothomb es un síntoma. Saint Michel du ménage-à-trois un paroxismo histérico. Nos quedan largos años de representaciones entre la egolatría y el autismo. Domina ya la hipertrofiada escena intelectual francesa ese ser bifronte: Houellebecq-Panza la faz posmoderna, Quijano-Arrabal la que da la cara, arremetiendo contra gigantes y molinos al grito de "Houe-Houe campeón, je t'adore". Pánico siento.
Pero confieso que he leido sus tres primeras novelas con deleite y sabor. Confieso que me he reido. Confieso que he bebido (¡aunque lleve ya tres meses alejado del alcohol!).
Le Monde est un Monoprix.
Maximilen Robespierre, Je t'adore!

viernes, 31 marzo, 2006  
Blogger ژ ژ gallo said...

Oh, claro. Prefiero el paroxismo histérico de H a los buenos y desagradables modales poéticos de la miníscula mademoiselle AN.
Por otra parte, no le cambiaría mano a mano ni un Julian Barnes por ciento veinte Amélies.
Además, estimado francófilo, lo que Ud. debe dejar no es el alcohol sino el agua: recuerde que, como bien dice AJ en sus 'Costumbres de los ahogados' (de pronto comentario en esta misma casa), una sola gota de esa inmundicia puede llevar a que cualquier noble brebaje se enturbie sin remedio.
jjg

lunes, 03 abril, 2006  

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