27.3.06

literatura de los principios

Es mi idea demorarme de tanto en vez (en una sección llamada, como se lee, 'literatura de los principios') con comienzos de relatos que quizás tengan (o quizás nunca tengan) su continuidad, su fin o su razón narrativa de ser.

Hay en el tren una mujer que viaja vestida de celeste. En las rodillas de esa joven duerme quien, niño ahora, será mañana un turbio e inclemente asesino a sueldo. El niño sueña con mujeres como su madre que -encaramadas en sólidos trenes celestes- lo llevan a un mundo sin más muertes que las de insectos o cosas terrestres que no merecen vida.

Treinta años después de ese tránsito en tren nunca recordado por nadie, aquel mismo niño -ahora adulto adusto- suprimirá, sin misericordia y sin sobresaltos del sueño o la razón, el espejismo de existencia de varias de las personas sobre las que en este propio tránsito de esta historia posible se habla.

Nota policial: Muere (asesinado) jefe político de ciudad hacinada y pobre.

Muere hombre en su ley; hombre muere a manos de aquel que supo ser pequeño y viajar en trenes de ensueño, en las rodillas de su madre celestial, niño que pudo ser ciertamente un 'varón de ingenio multiforme'; pero cierto es también que nadie (ni el hombre muerto por él, ni quien cuenta, ni la madre, ni quien lee) pudo trastocar el rumbo enmalezado que le había tocado en suerte.

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